Pintar la penumbra

Atenas, 16 de septiembre

En realidad no queremos pintar algo que conocemos con toda su luz, sino algo desconocido y en penumbra

(Me llamo Rojo, Pamuk)

Sucede con frecuencia que la penumbra y el silencio traigan lo que el empeño y los largos razonamientos no fueron capaces de aproximar. Algo desconocido cuyos perfiles se mueven sigilosamente en la semioscuridad. Es el modo en como nacen del fondo de nuestras pupilas algunos seres misteriosos cuya existencia acaso no pasa de ser una lejana intuición entrevista en estado preconsciente.

Hablar sobre lo que se conoce y se sabe carece muchas veces del estímulo necesario; por ello necesitamos explorar los límites de lo desconocido, un camino del que no conocemos las claves, senderos sin muchos hitos que sólo tras las largas caminatas de los primeros días podemos empezamos a comprender. “El oficio de vagar asombrado entre las cosas” pertenece a esta clase de peregrinaje de quien pretende hacer un poco de luz en la ambigüedad de los secretos de la realidad. Los temas que me asaltan estos días están en esa línea. El asombro ante las propias contradicciones, ante los matices de los sentimientos y las emociones. Nada se conoce con mucha luz, la apariencia engaña; continuamente nos vemos obligados a rectificar en lo que decimos.

Mi oficio y mi arte es vivir, afirmaba Montaigne. Montaigne apenas escribía de otra cosa que no fuera de sí mismo. “Hace muchos años que soy el único objetivo de mis pensamientos, que no analizo ni estudio sino mi propia persona”, decía. Si se hubiera conocido realmente con toda la luz con que parece que todos tenemos conocimiento de nosotros mismos, sus famosos Ensayos no habrían sido escritos. Toda la sabiduría de este autor estuvo dedicada al conocimiento de ese espacio de penumbra que era él mismo.

Llegué a estas consideraciones pensando en la dichosa manía de hablar con excesiva frecuencia de mí mismo que viene alimentando estos blogs desde que emprendí viaje la pasada primavera. El autor que cito da razones para hacer algo parecido como para parar un carro; y entre ellas no es la menor el beneficio personal que saca del conocimiento de sí mismo, amén del placer en sí de escribir. Si no fuera por los tiempos que corren de avances técnicos, hubiera sido impensable entretenerse tan sistemáticamente en un trabajo así, como mucho se habría quedado en unas páginas de diario, pero ya puestos, y más, animado por algunos de los que me leéis, no parece del todo improcedente meter las narices de vez en cuando en temas tan universales como ese que aparece con tanta frecuencia en los blogs: el amor y sus concomitantes.

Hay quien afirma, además, que no somos tan diferentes unos de otros y que hablar de uno es como hablar de otros muchos; lo que da en definitiva para permitirse la libertad de escribir sobre todo lo que a uno le pasa por la mollera cuadre o no con el viaje. Volviendo al hilo de la cita que encabeza esta página, la idea que hoy me rondaba era por una parte la facilidad con la que suelo incurrir en contradicciones expresando puntos de vista diferentes sobre un mismo tema, y por otra lo extremamente escurridizos y difíciles de atrapar que son algunos conceptos; de ahí esa “línea de sombra” (Conrad) por la que tantas veces caminamos sin saber bien a qué santo encomendarnos. Y de ahí la afirmación que encabeza estas líneas de descubrir las satisfacciones que pueden proporcionar caminar por esa línea de sombra de lo que sin llegar a ser desconocido del todo, en absoluto conocemos suficientemente.

Así que con la linterna en la mano y grandes posibilidades de equivocarse, aunque también de descubrir nuevas trochas y puntos de vista diferentes -todas estas afirmaciones que surgen de vez en cuando sobre lo divino y lo humano, y que en algún momento movieron a mi amiga Marisa a una crítica poco halagüeña para mí-, el viaje continua por parecidos derroteros, hoy con la aclaración de que el recorrido que se hace por algunos temas tiene esa característica que da un paseo en donde más que un análisis fundamentado propio de un especialista, priman las conjeturas personales y la luz que proporciona la propia experiencia. Un ejercicio de juntapalabras, ya lo dije en alguna ocasión, con la única pretensión de expresar lo mejor que uno pueda los contenidos y las experiencias que le son cercanos o que en el deambular por ahí se ponen al alcance de su mano.

Sucede a cada momento que el paisaje cambie de contenido o que sean los ojos que cambian su modo de mirar, y así un día la riada de turistas son el rebaño que don Quijote confundía con un ejército contra el que arremeter, y otro esos mismos turistas se convierten en admirados visitantes de la obra de Praxíteles con los que comparto las horas del mediodía; y otro tanto con el amor, que un día aparece como un calvario sólo apto para engañabobos y al momento siguiente como el paraíso en donde han de encontrar el descanso las almas de los sin Dios.

En cualquier modo no puede faltar esa dosis de asombro en lo que pintamos, esa admiración con que nos aproximamos a paisajes desconocidos, porque en el momento en que el asombro o la curiosidad mermen su presencia, estaremos matando la posibilidad del descubrimiento, eso que tira de nosotros y por cuya razón empeñamos tantos esfuerzos en la vida. De ahí que seguir la pista a lo desconocido y moverse en las cercanías de la penumbra intentando hacer luz en nosotros o en las realidades que nos circundan sea un buen modo de explorar la vida y de ejercitarse en el arte de esa pintura que va a alimentar tanto nuestra necesidad de conocimiento como la de crear objetos bellos que admirar entre una siesta y otra.

Hoy hubo elecciones en Grecia. Apenas me enteré. La calle cercana a Sintagma Square y Plaka, en Atenas, estaba tomada por los turistas. Mi hilo conductor callejero, al final de la tarde, fue localizar posibles graffitis para la colección de mi hijo Guille (podéis curiosear sus trabajos picando en este vínculo: Escrito en la pared). Alguna de las pinturas que encontré aparecen aquí.

2 comentarios:

Escrito en la pared dijo...

Hola.

Gracias por la referencia y las fotos. Me gusta especialmente la tercera, la de los dibujos de los niños (¿era un cole aquello o no estaba contextualizado?). La primera imagino que hace referencia a Sin City, el famoso cómic (y desde hace no mucho también película). Añadiré en la próxima entrada uno de esos apartados que me gustan de Woostercollective de "Visto en Atenas, Grecia".

¿Planes de movimiento ahora que vas recargado de pilas, digo, libros? Tennos al día.

Un beso gordo.

Anónimo dijo...

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